Son ya 6 los números que ENTROPIA lleva saliendo a los kioscos. Más de un año y todavía vivos. Esta es mi colaboración para el número 6 dentro de mi sección, "De Aeropuertos y Calorias". Espero que os guste...
Acaban de despedirle. Siempre me pregunté cómo nunca nadie se había dado cuenta de su absoluta inutilidad. Era un auténtico superviviente.
La empresa llevaba unos cuantos años difíciles. Iban saliendo dinosaurios de los despachos para dirigirse a su puta casa. Con cuentagotas, pero uno tras otro.
Todo el mundo sabe que los dinosaurios sienten terror al contacto con el mundo real. Prefieren rodearse de guapas secretarias, informes en hojas de cálculo y un montón de aduladores convenientemente distribuidos para que no pasen demasiado tiempo sin su dosis de loa.
Cuando los dinosaurios se encuentran en esa situación, en la que habitualmente ponen ellos a la plebe, se les nota avergonzados. Acompañados de un guardia de seguridad, salen con las pertenencias con las que poco a poco han ido llenando su despacho, producto de regalos de proveedores o viajes en primera hacia cualquier destino histórico donde hubiese una convención. Y salen con la mirada baja y musitando apenas un adiós al cruzarse con ese trabajador al que ayer, sin ir más lejos, abroncaron en presencia de varios compañeros. A ellos no les puede pasar eso. Ellos son la élite. Los que deciden quién se va y quién se queda. Pero se equivocan.
Se equivocan porque el mundo es como un tablero de ajedrez donde existen un par de reyes, un par de reinas, unos cuantos alfiles, caballos y torres…y los demás peones. Y ellos no es que sean precisamente peones…pero tampoco son reinas. Y, a veces, hay que sacrificar algún alfil para salvar al Rey.
Decía que llevaba años viendo desfilar a sus semejantes. Convenientemente protegido detrás de no se sabe muy bien qué o quién, nunca le tocaba a él. Y no es que fuera peor que los que se iban pero, definitivamente, tampoco era mejor.
Debía de estar en Brasil con mi jefe. Nos llevamos bien. Tremendamente diplomático y sabiendo manejarse dentro de una multinacional, nunca dice algo inconveniente pero, tampoco da nunca puntada sin hilo. Y a su vez, el recientemente fulminado, era su jefe.
Digo que debía de ser en Brasil porque, de los cuatro viajes al año que realizo allí, como mínimo me acompaña en uno. Y son viajes de una semana, con sus días interminables, pero también sus buenos rodizios por la noche. A veces con clientes, a veces solos.
Y aunque yo sea un amante del vino y él, francés, una de las personas que he visto que más sabe apreciarlo, nos gusta, como excepción, mojar estas cenas con Caipirinha. Si es de Cachaça Seleta, mucho mejor. Y todo el mundo sabe que a la cuarta Caipirinha, la lengua se suelta, y algunas precauciones se soslayan.
Sí, definitivamente, debía de ser en Brasil. Mis barreras estaban cayendo y mi lengua comenzaba a liberarse.
“Lo que no me explico es, cómo, con todos los que han desfilado, se mantiene ahí”
Me miró, tomándose su tiempo para pensar la respuesta, y solo dijo:
“Es del XVI”
El distrito XVI de París es como El Barrio de Salamanca de Madrid, o la Zona alta de Barcelona, o Knightsbridge en Londres, o como Las Lomas en Mexico DF, o la Zona Norte en Santiago de Chile, o como Altamira en Caracas, o Brooklin en São Paulo, o como Belgrano en Buenos Aires, o la 5ª de Nueva York, o Leblon en Rio de Janeiro, o como…pero a lo bestia.
Por supuesto, yo no sabía qué podía tener que ver su domicilio con su apuntalamiento por medio de tirafondos en su centro de trabajo. Mi cara de extrañeza algo le debió de transmitir.
Me volvió a mirar. Apuró la cuarta Caipirinha. Llamó al camarero para pedir otras dos, sonrió, no sé si para él mismo o para ambos, y exhalando un suspiro, comenzó a hablar.
Nuestra empresa forma parte de uno de los 500 grupos mayores del mundo. Propiedad de la misma familia desde principios del Siglo XIX, es una empresa “de dueño”, y esto se nota en sus actitudes y comportamientos. Para lo bueno, y también…para lo malo.
Nuestro Dueño, Presidente o, más en confianza, Dios, está rodeado de damas. Por supuesto, de una cuna y educación exquisitas. Alguna influencia deben de tener, intentó trasladarme él, como si esta reflexión fuera producto de las malas lenguas que escucha en la Central.
Y ahí es donde entran en escena los trajes confeccionados a mano, y las corbatas de seda, por supuesto de marcas de postín, y el Patek Philippe, y esos zapatos que duelen a la vista de puro brillantes.
Ser del XVI debe de ser una manera de ser “uno de los nuestros”, torpes o no. Como ser de la “Ecole Polytechnique”…o, en mi ámbito, del Pilar (Aunque sea de Vitoria), del Instituto de Empresa o “del Cisneros”.
Porque con la globalización, hay muchas cosas que obviamos. Pero no es lo mismo una entrevista de trabajo en una empresa francesa, que gringa, alemana, o española. No tiene nada que ver.
Y así como un CV en Francia no deberá incorporar una fotografía o, a veces, incluso tendrá que ir forzosamente sin nombre con el fin de no ser descartado por motivos racistas, será fundamental la Escuela o Universidad donde hayas estudiado.
Todavía me recuerdo, con más de veinte años de experiencia profesional exitosa en mi haber, intentando convencer al Jefe de Recursos Humanos del Grupo, al fulminado, (Los dos hoy fuera), y a mi jefe, que el que hubiese tardado más años de lo normal en acabar mi carrera de Ingeniero de Telecomunicación, no era un inconveniente a estas alturas de la vida, ante sus miradas de desconfianza escuchando lo que les decía. Por primera vez en mi vida, mi expediente académico cobraba importancia, cuatro lustros después.
Mi madre siempre me lo dijo:
“Si estudias mucho, te servirá más adelante. Si no lo haces, seguro que te acordarás”
Como siempre tuvo razón, pero no me imaginaba que sería taaaannnn adelante.
O sea, ser del XVI, me quiso decir, es algo de lo que no puedes desprenderte aunque quieras. Es un marchamo indeleble que portas aunque no seas consciente. En tu forma de hablar, en tu manera de anudarte la corbata o en el brillo de los zapatos.
Y entonces yo, que me creo con una cultura general superior a la media, que tengo cierto mundo debido a que me lo he pateado entero varias veces y al que mi pobre madre intento inculcarle una exquisita educación, le pregunté:
“¿Yo podría pasar por uno del XVI?”
Riéndose (La Caipirinha es traicionera, muy traicionera), casi atragantándose, me dijo que no, ni aunque lo intentase.
Y es cuando me insinuó que, para subir en según qué empresas (Imagino que francesas y de cualquier sitio), no basta con ser bueno ni profesional. Tienes que ser del XVI de allí donde estés: Harvard, el Pilar de Castelló o Eton. Y el resto de los mortales tenemos que ver o leer como se reparten las primas millonarias y las indemnizaciones superlativas, sin que a ellos se les pueda ocurrir que eso es inmoral. Que el valor generado por ellos es casi nulo, por no decir negativo, y que esos fondos vienen, en su mayor parte, de la plebe, esa plebe que ellos tanto desprecian. Asumiendo como algo natural eso que ellos mismos niegan al resto de mortales.
Os lo comentaba. El despedido es del XVI. Supongo que el día que le echaron, se le debió de olvidar lustrarse los zapatos. Hay fallos que uno nunca se puede permitir.
Acaban de despedirle. Siempre me pregunté cómo nunca nadie se había dado cuenta de su absoluta inutilidad. Era un auténtico superviviente.
La empresa llevaba unos cuantos años difíciles. Iban saliendo dinosaurios de los despachos para dirigirse a su puta casa. Con cuentagotas, pero uno tras otro.
Todo el mundo sabe que los dinosaurios sienten terror al contacto con el mundo real. Prefieren rodearse de guapas secretarias, informes en hojas de cálculo y un montón de aduladores convenientemente distribuidos para que no pasen demasiado tiempo sin su dosis de loa.
Cuando los dinosaurios se encuentran en esa situación, en la que habitualmente ponen ellos a la plebe, se les nota avergonzados. Acompañados de un guardia de seguridad, salen con las pertenencias con las que poco a poco han ido llenando su despacho, producto de regalos de proveedores o viajes en primera hacia cualquier destino histórico donde hubiese una convención. Y salen con la mirada baja y musitando apenas un adiós al cruzarse con ese trabajador al que ayer, sin ir más lejos, abroncaron en presencia de varios compañeros. A ellos no les puede pasar eso. Ellos son la élite. Los que deciden quién se va y quién se queda. Pero se equivocan.
Se equivocan porque el mundo es como un tablero de ajedrez donde existen un par de reyes, un par de reinas, unos cuantos alfiles, caballos y torres…y los demás peones. Y ellos no es que sean precisamente peones…pero tampoco son reinas. Y, a veces, hay que sacrificar algún alfil para salvar al Rey.
Decía que llevaba años viendo desfilar a sus semejantes. Convenientemente protegido detrás de no se sabe muy bien qué o quién, nunca le tocaba a él. Y no es que fuera peor que los que se iban pero, definitivamente, tampoco era mejor.
Debía de estar en Brasil con mi jefe. Nos llevamos bien. Tremendamente diplomático y sabiendo manejarse dentro de una multinacional, nunca dice algo inconveniente pero, tampoco da nunca puntada sin hilo. Y a su vez, el recientemente fulminado, era su jefe.
Digo que debía de ser en Brasil porque, de los cuatro viajes al año que realizo allí, como mínimo me acompaña en uno. Y son viajes de una semana, con sus días interminables, pero también sus buenos rodizios por la noche. A veces con clientes, a veces solos.
Y aunque yo sea un amante del vino y él, francés, una de las personas que he visto que más sabe apreciarlo, nos gusta, como excepción, mojar estas cenas con Caipirinha. Si es de Cachaça Seleta, mucho mejor. Y todo el mundo sabe que a la cuarta Caipirinha, la lengua se suelta, y algunas precauciones se soslayan.
Sí, definitivamente, debía de ser en Brasil. Mis barreras estaban cayendo y mi lengua comenzaba a liberarse.
“Lo que no me explico es, cómo, con todos los que han desfilado, se mantiene ahí”
Me miró, tomándose su tiempo para pensar la respuesta, y solo dijo:
“Es del XVI”
El distrito XVI de París es como El Barrio de Salamanca de Madrid, o la Zona alta de Barcelona, o Knightsbridge en Londres, o como Las Lomas en Mexico DF, o la Zona Norte en Santiago de Chile, o como Altamira en Caracas, o Brooklin en São Paulo, o como Belgrano en Buenos Aires, o la 5ª de Nueva York, o Leblon en Rio de Janeiro, o como…pero a lo bestia.
Por supuesto, yo no sabía qué podía tener que ver su domicilio con su apuntalamiento por medio de tirafondos en su centro de trabajo. Mi cara de extrañeza algo le debió de transmitir.
Me volvió a mirar. Apuró la cuarta Caipirinha. Llamó al camarero para pedir otras dos, sonrió, no sé si para él mismo o para ambos, y exhalando un suspiro, comenzó a hablar.
Nuestra empresa forma parte de uno de los 500 grupos mayores del mundo. Propiedad de la misma familia desde principios del Siglo XIX, es una empresa “de dueño”, y esto se nota en sus actitudes y comportamientos. Para lo bueno, y también…para lo malo.
Nuestro Dueño, Presidente o, más en confianza, Dios, está rodeado de damas. Por supuesto, de una cuna y educación exquisitas. Alguna influencia deben de tener, intentó trasladarme él, como si esta reflexión fuera producto de las malas lenguas que escucha en la Central.
Y ahí es donde entran en escena los trajes confeccionados a mano, y las corbatas de seda, por supuesto de marcas de postín, y el Patek Philippe, y esos zapatos que duelen a la vista de puro brillantes.
Ser del XVI debe de ser una manera de ser “uno de los nuestros”, torpes o no. Como ser de la “Ecole Polytechnique”…o, en mi ámbito, del Pilar (Aunque sea de Vitoria), del Instituto de Empresa o “del Cisneros”.
Porque con la globalización, hay muchas cosas que obviamos. Pero no es lo mismo una entrevista de trabajo en una empresa francesa, que gringa, alemana, o española. No tiene nada que ver.
Y así como un CV en Francia no deberá incorporar una fotografía o, a veces, incluso tendrá que ir forzosamente sin nombre con el fin de no ser descartado por motivos racistas, será fundamental la Escuela o Universidad donde hayas estudiado.
Todavía me recuerdo, con más de veinte años de experiencia profesional exitosa en mi haber, intentando convencer al Jefe de Recursos Humanos del Grupo, al fulminado, (Los dos hoy fuera), y a mi jefe, que el que hubiese tardado más años de lo normal en acabar mi carrera de Ingeniero de Telecomunicación, no era un inconveniente a estas alturas de la vida, ante sus miradas de desconfianza escuchando lo que les decía. Por primera vez en mi vida, mi expediente académico cobraba importancia, cuatro lustros después.
Mi madre siempre me lo dijo:
“Si estudias mucho, te servirá más adelante. Si no lo haces, seguro que te acordarás”
Como siempre tuvo razón, pero no me imaginaba que sería taaaannnn adelante.
O sea, ser del XVI, me quiso decir, es algo de lo que no puedes desprenderte aunque quieras. Es un marchamo indeleble que portas aunque no seas consciente. En tu forma de hablar, en tu manera de anudarte la corbata o en el brillo de los zapatos.
Y entonces yo, que me creo con una cultura general superior a la media, que tengo cierto mundo debido a que me lo he pateado entero varias veces y al que mi pobre madre intento inculcarle una exquisita educación, le pregunté:
“¿Yo podría pasar por uno del XVI?”
Riéndose (La Caipirinha es traicionera, muy traicionera), casi atragantándose, me dijo que no, ni aunque lo intentase.
Y es cuando me insinuó que, para subir en según qué empresas (Imagino que francesas y de cualquier sitio), no basta con ser bueno ni profesional. Tienes que ser del XVI de allí donde estés: Harvard, el Pilar de Castelló o Eton. Y el resto de los mortales tenemos que ver o leer como se reparten las primas millonarias y las indemnizaciones superlativas, sin que a ellos se les pueda ocurrir que eso es inmoral. Que el valor generado por ellos es casi nulo, por no decir negativo, y que esos fondos vienen, en su mayor parte, de la plebe, esa plebe que ellos tanto desprecian. Asumiendo como algo natural eso que ellos mismos niegan al resto de mortales.
Os lo comentaba. El despedido es del XVI. Supongo que el día que le echaron, se le debió de olvidar lustrarse los zapatos. Hay fallos que uno nunca se puede permitir.
18 comentarios:
ey ey ey que yo estudie COU en el Pilar de Castelló......!!!!!
Donde me casé un día de Santiago...cuando Indurain ganaba su tercer tour...
Has querido recalcar que formas parte de la élite, ¿eh, Winnie?
;-)
Tendré que pasarme más a menudo por este blog, para ver si se me pegan las buenas influencias. Como se suele decir, "se pega todo menos la hermosura", y ésta ya la traigo yo de fábrica, así que tranquilo ;-)
¿Y esto del diecisés es como lo de Abando en Bilbao o menos?
Patxi López, bilbaíno de toda la vida, oyes.
Si se pegan las influencias corres el riesgo de llevarte muchos parásitos colgados del cuello, Fernando...
Casi mejor trasladar tus peticiones a los influyentes...si me permites..
;-)
Ya les gustaría a los del XVI haber estudiado en los Jesuitas de Indautxu....
Una cosa es que se limpien los zapatos con vigor...la clase es otra cosa...
;-)
¿Que tardaste en hacer la carrera? qué pasa ¿qué estabas trabajando como tántos otros? lástima que se miren ciertas cosas; hoy en día ni Santiago, ni Ramón, los Cajal, hubieran podido conseguir un curro según eso. ¡Ay! ¡Cuánto pijoterío hay y es real! Barrio de Salamanca, Indauchu, el XVI ese, l'Ecole National de Administration, Eton, Cambridge, Yale, Princeton, en fin, esos sitios donde hay mucha buena cabeza y muchos que viven porque son de amplios monises heredados. A alguno de esos conocí y también a buenas cabezas, pero estos son los menos.
Salu2
No es autobiográfico, como puedes entender, Juan Carlos
;-)
O si....
Bueno, siempre ha habido clases y siempre las habrá...
Sí, Santiago....lo sé porque por mucho que cepille, mis zapatos nunca brillan como otros
Y son buenos...
;-)
justo hoy me he limpiado los zapatos... hay que hacerlo todos los días???
Yo que tú, sí...no vaya a ser...
;-)
Buen blog!!! buena pagina en general, tienes entradas muy buenas, te sigo!!! te dejo aqui el mio http://peter3tears.blogspot.com.es/ si te gusta no dudes en seguirlo!! :)
Gracias, Pe...ya me pasaré
Un abrazo
Enhorabuena, parece que el proyecto va estupendamente!
Besos
PD Ya no se si poner foto de la escuela en lugar de mía en mi curriculum....
Depende...Si te dedicas a la construccion y la escuela te quedo bien...
;-)
Me ha hecho gracia el párrafo del ajedrez, me gusta jugar, pero si el contrario piensa mucho, me desespero.
Siempre existirá gente necia que creerán ser superiores, no hay que hacerles demasiado caso.
Ingeniero de Telecomunicación, es una carrera difícil.
Depende de si los que se creen superiores tienen algun tipo de influencia....porque entonces...vamos jodidos....
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