Y todos os creeis que voy a hablar del Cisneros. Pues os equivocais, porque en el Cisneros hace un huevo de años que las novatadas están prohibidas. Es más, yo creo que ya lo estaban en mis años. Por eso, siguiendo el ejemplo de nuestros políticos, que cuando algo no les gusta se buscan las trampas para hacerlo llamándolo de otra manera, en el Cisneros yo nunca viví Novatadas, sino "actos colectivos de integración festiva".
Y por eso, nuestro común amigo el Senador, pudo sin empacho declarar sin ningún rubor a todo medio de comunicación que le quiso escuchar, cuando le quisieron meter mano en el cargo público que ostentase en aquel momento por las mismas, que "él nunca había practicado las novatadas y que ni tan siquiera había tenido conocimiento de ellas porque, sabiéndolas contrarias a los derechos humanos, las hubiera denunciado en ese mismo momento". Yo, simple de mí, en aquel momento no entendí. ¡Coño, pero si era compañero habitual mío! Joder, si así se ponía al hablar de las Novatadas, ni pensar quería cuando se tratase de temas de urbanismo. Hasta que caí en que él nunca practicó las Novatadas sino los "Actos colectivos de Integración Festiva". ¡Claro! Eso lo explicaba todo ¡Qué listos son los políticos! pensé, y aun lo sigo pensando. Listos, listos.
O sea, que nada del Cisneros. Pero como servidor tiene una vida estudiantil dilatada, he de confesar que, aparte de oficialmente declarado "persona non grata del Nebrija" (Y así expuesto en el tablón de anuncios del antro de al lado), título que ostento con todo el orgullo que imaginarse pueda, he residido en más Centros estudiantiles, como el San Agustín, del que me fueron un año antes de recalar en el Colegio más antiguo de Madrid, heredero directo de la Residencia de Estudiantes, que no sé si queda claro.
Y en el San Agustín sí que se hacían novatadas, y alguna graciosa.
En el San Agustín coincidí con mis amigos Navarros, Pello y Perdi, amén de Antonio, un Gallego coruñés que fue el que me inició en los lugares de mala nota, un caminero de Salamanca, madridista acérrimo que se tuvo que tragar su bilis cuando el At. Bilbao ganó aquel año la liga (Y mira que poco me gustaba el futbol) y alguno más.
Recuerdo con cierta coña cuando nos metieron a 14 en una cabina de teléfonos, entonces que había cabinas, y nos llamaron y nos tuvimos que poner todos. Nunca pensé que tal proeza pudiera realizarse, pero lo hicimos. Un poco de flexibilidad, y un mucho de meter tripa, supongo.
De todos modos, Pello y yo dábamos sopas con onda a más de un viejo.
Fue muy comentado cuando metimos 200 pollos de colores que compramos en Cuatro Caminos. Los tuvimos en la Habitación de Perdi toda la tarde, calentados por unos flexos. Por la noche, cuando el guardian llegaba para cumplir con su ajetreada jornada laboral roncando como un descosido, repartimos equitativamente los 200 pollos entre los cuatro pisos.
Todavía recuerdo aquella cara somnolienta, frotándose los ojos ante el evento que parecía que no tenía explicación. Y su exclamación con ese acento gallego que tan gracioso nos parecía;
¡Coño, si son pollos! ¡Y encima verdes!
Y aquella noche trabajó más que en el resto del curso recogiéndolos de todos los rincones. Y los frailes que los querían abandonar, y nosotros organizando una manifestación porque no era cristiano abandonar a su suerte a las criaturas de Dios. ¡Qué tiempos!
O ese Mayo caluroso, de sequía, que parecía que nunca iban a abrir la piscina. Pello y yo, supongo que el delito ya habrá prescrito, reventamos el candado del cuarto de la depuradora y vaciamos la piscina por la noche. En aquellos tiempos, aquello de reciclar el agua de las piscinas como actualmente no estaba en boga.
Los curas decidieron que no nos iban a dar el gusto, y que para capullos ellos. Y comenzaron a llenar la piscina sin limpiar.
¡Menudo atentado ecológico!¡Con esa sequía! ¡Qué agua más malgastada!
A organizar otra manifa para protestar. De poco nos sirvió, con lo que, por lo menos, decidimos que un poco de folklore no estaba mal. Y allí vamos otra vez Pello y yo, a comprar un cubo de 5 kilos de Colón al Supermercado de Galaxia. Y nos levantamos prontito, todavía de noche, y lo vaciamos en el chorro. Y esa piscina que parecía preparada para darse un baño de espuma que daba gloria verla.
Por supuesto, en Junio, a Pello y a mí nos sorprendió muchísimo la no renovación de nuestra plaza. Y es que como me dice mi hija ahora, seguro que los frailes me tenían manía.
Y por eso, nuestro común amigo el Senador, pudo sin empacho declarar sin ningún rubor a todo medio de comunicación que le quiso escuchar, cuando le quisieron meter mano en el cargo público que ostentase en aquel momento por las mismas, que "él nunca había practicado las novatadas y que ni tan siquiera había tenido conocimiento de ellas porque, sabiéndolas contrarias a los derechos humanos, las hubiera denunciado en ese mismo momento". Yo, simple de mí, en aquel momento no entendí. ¡Coño, pero si era compañero habitual mío! Joder, si así se ponía al hablar de las Novatadas, ni pensar quería cuando se tratase de temas de urbanismo. Hasta que caí en que él nunca practicó las Novatadas sino los "Actos colectivos de Integración Festiva". ¡Claro! Eso lo explicaba todo ¡Qué listos son los políticos! pensé, y aun lo sigo pensando. Listos, listos.
O sea, que nada del Cisneros. Pero como servidor tiene una vida estudiantil dilatada, he de confesar que, aparte de oficialmente declarado "persona non grata del Nebrija" (Y así expuesto en el tablón de anuncios del antro de al lado), título que ostento con todo el orgullo que imaginarse pueda, he residido en más Centros estudiantiles, como el San Agustín, del que me fueron un año antes de recalar en el Colegio más antiguo de Madrid, heredero directo de la Residencia de Estudiantes, que no sé si queda claro.
Y en el San Agustín sí que se hacían novatadas, y alguna graciosa.
En el San Agustín coincidí con mis amigos Navarros, Pello y Perdi, amén de Antonio, un Gallego coruñés que fue el que me inició en los lugares de mala nota, un caminero de Salamanca, madridista acérrimo que se tuvo que tragar su bilis cuando el At. Bilbao ganó aquel año la liga (Y mira que poco me gustaba el futbol) y alguno más.
Recuerdo con cierta coña cuando nos metieron a 14 en una cabina de teléfonos, entonces que había cabinas, y nos llamaron y nos tuvimos que poner todos. Nunca pensé que tal proeza pudiera realizarse, pero lo hicimos. Un poco de flexibilidad, y un mucho de meter tripa, supongo.
De todos modos, Pello y yo dábamos sopas con onda a más de un viejo.
Fue muy comentado cuando metimos 200 pollos de colores que compramos en Cuatro Caminos. Los tuvimos en la Habitación de Perdi toda la tarde, calentados por unos flexos. Por la noche, cuando el guardian llegaba para cumplir con su ajetreada jornada laboral roncando como un descosido, repartimos equitativamente los 200 pollos entre los cuatro pisos.
Todavía recuerdo aquella cara somnolienta, frotándose los ojos ante el evento que parecía que no tenía explicación. Y su exclamación con ese acento gallego que tan gracioso nos parecía;
¡Coño, si son pollos! ¡Y encima verdes!
Y aquella noche trabajó más que en el resto del curso recogiéndolos de todos los rincones. Y los frailes que los querían abandonar, y nosotros organizando una manifestación porque no era cristiano abandonar a su suerte a las criaturas de Dios. ¡Qué tiempos!
O ese Mayo caluroso, de sequía, que parecía que nunca iban a abrir la piscina. Pello y yo, supongo que el delito ya habrá prescrito, reventamos el candado del cuarto de la depuradora y vaciamos la piscina por la noche. En aquellos tiempos, aquello de reciclar el agua de las piscinas como actualmente no estaba en boga.
Los curas decidieron que no nos iban a dar el gusto, y que para capullos ellos. Y comenzaron a llenar la piscina sin limpiar.
¡Menudo atentado ecológico!¡Con esa sequía! ¡Qué agua más malgastada!
A organizar otra manifa para protestar. De poco nos sirvió, con lo que, por lo menos, decidimos que un poco de folklore no estaba mal. Y allí vamos otra vez Pello y yo, a comprar un cubo de 5 kilos de Colón al Supermercado de Galaxia. Y nos levantamos prontito, todavía de noche, y lo vaciamos en el chorro. Y esa piscina que parecía preparada para darse un baño de espuma que daba gloria verla.
Por supuesto, en Junio, a Pello y a mí nos sorprendió muchísimo la no renovación de nuestra plaza. Y es que como me dice mi hija ahora, seguro que los frailes me tenían manía.