lunes, 22 de marzo de 2010

LOS ALEMANES Y LOS ESPAÑOLES NO TRABAJAMOS IGUAL

Y no digo que uno trabaje mejor que otro, sino diferente. Aunque más de uno me habrá oido decir que "Planificando como los alemanes, trabaja mi abuela. Lo jodido es trabajar como nos obligan a nosotros"

Porque en España solemos trabajar al ritmo que nos impone nuestro cliente, por lo general desorganizado. Por ello, cuando trabajas en una multinacional, es tan difícil explicarle a un VP Centroeruropeo, o Anglosajón, que sus presupuestos mentales, aquí, no funcionan.

Recuerdo cuando se trajo Gran Hermano a España. Nosotros presentamos una propuesta allá por Octubre, con una planificación para trabajar como se tenía que trabajar. Era el tercer Gran Hermano que se hacía. Los dos primeros, en Alemania y en Holanda, los había montado una multinacional de esos de los ojos rasgados. Por eso, cuando el Responsable del programa en España llamó a éstos a primeros de Marzo para que le montasen GH, al alemán de turno le dió el mal de altura. Dijo que en menos de 6 meses era imposible y que no se podía responsabilizar de nada.

Cuando me llamó a mí..."¿Seis semanas?. No es lo más indicado...pero es suficiente"

Y ahí que lo montamos en seis semanas demostrando al alemán que no es que fuese imposible, sino que su método de certeza 100% no es aplicable en según qué entornos. Por supuesto, el día de salida al aire, todos aguantando la respiración, porque andaba todo con alfileres.

Despues de en España, lo montamos en Italia (4 semanas, ahí nos sobraron dos)y en Polonia, antes de que me fuese de la Empresa. Lo que quiere decir es que nosotros trabajamos así porque nos obligan, pero que si puedo planificar, trabajo como cualquier alemán...ellos no.

Pues eso, era uno de mis primeros trabajos. Recuerdo que estábamos en Ulm, Baden-Wurtemberg. Estábamos negociando la compra de una partida importante de material.

La empresa con la que estábamos negociando, una multinacional alemana, disponía ahí de una planta de 4.000 personas.

Nos encontrábamos en el Despacho del Director de la Empresa, o sea, de él dependían 3.999 pavos más o menos ;-)

En esto que dan las cuatro y cinco de la tarde. Llaman al despacho y aparece un pavo con una porra y una gorra de plato. El vigilante de la Fábrica. Y le dice al Director de la Planta que eran más de las 4, y que se tiene que ir.

Nuestro interlocutor nos pidió excusas y acabamos la reunión en nuestro hotel.

Os podeis imaginar el descojono que nos llevamos mi compañero y yo.
¿A alguien se le ocurre pensar lo que hubiese durado la subcontrata de seguridad en España si hubiese pasado lo mismo?

martes, 16 de marzo de 2010

UNAS VACACIONES EN TENERIFE

Me encuentro sobrevolando algún lugar del Atlántico entre Lisboa y Funchal en Madeira. Malvi me mete presión exigiendo historias, y además que le diviertan. No pide casi nada. Malvi debía haber llegado a este blog hace un par de años, porque ahora comienzo a notarme con las neuronas agotadas. Sin embargo, y aprovechando que esta noche montaré en barco en dirección a Tenerife (Esta semana, menos montar en globo, me da que no se me van a resistir muchos medios de locomoción), estoy recordando una de las primeras veces que fui a Canarias.

Carmen y yo éramos novios. Nos íbamos de vacaciones una semanita a Canarias. Carmen le detalló a su madre la ingente cantidad de amigos que se venían con nosotros en el mismo viaje. Todos desconocidos para la madre, por supuesto, no fuese a llamar. La verdad, nunca he entendido, y ahora siendo padre menos, esa manía de nuestras madres con las chicas. Porque mi cuñado, con más calle recorrida que una pareja de municipales, nunca ha sido sometido a ese nivel de estrés.

Ella trabajaba, yo era estudiante, aunque gracias a mis arbitrajes de Rugby me podía permitir pequeños caprichos, y este viaje a Tenerife era uno de ellos. Recuerdo que era barato. Un vuelo charter no sé muy bien de qué compañía, haciendo escala en Gran Canaria por aquello de optimizar la ocupación del avión.

Era finales de Junio. Sería el año 89. Debíamos de salir a eso de las 8 o 9 de la tarde. El vuelo se nos retrasó hasta las dos de la mañana. Cuando por fin montamos comenzábamos a estar muertos.

Al aterrizar en Gran Canaria algo pasó. Había gente en la pista. Debía descender parte del pasaje. De repente ocurrió. Al grito de “¡Chicharreros, cabrones!” (Léase Yiyarreros cabrones) comenzaron a tirar piedras al avión. Era una situación absurda. Las azafatas cerraron como pudieron la puerta y el avión salió a toda pastilla de la zona de influencia de los lapidadores. Los pasajeros nos mirábamos entre nosotros sin entender nada. De todos modos, gracias a Dios, aunque barato, el avión era más rápido que los que nos perseguian, con lo que todos nos olvidamos rápidamente del incidente.

El salto entre Gran Canaria y Tenerife no debía de demorarse más de 25 minutos. En cuanto despegamos nos olvidamos de lo ocurrido. Era tarde y estábamos muy cansados. Pero no era una noche para taciturnos.

Habitualmente monto en pasillo. No recuerdo por qué, ese viaje iba en ventanilla. Al ir a aterrizar me asusté. Gente corriendo a ambos lados de la pista con lo que yo me pensaba que eran banderas escocesas con la cruz de San Andrés. Luego me enteré que esa bandera era de algún sitio más.

¿Estábamos locos? ¿Dónde estaba la Guardia civil? ¿Y la policía? Cuando digo gente corriendo con banderas a los dos lados de la pista mientras aterrizábamos, me refiero exactamente a eso. Que uno con dos copas de más daba dos pasos para adentro y el avión se lo llevaba puesto a 250 kms/h que es a la velocidad a la que normalmente un avión de estas dimensiones toma tierra.

Lo mejor fue al abrir la puerta. Un huevo de gente en la pista con banderas gritando ¡Tenerife, Tenerife! ¿Qué cojones pasaba?

Poco tardamos en enterarnos. El Tenerife, en partido de promoción contra el Betis en Sevilla, acababa de ascender a primera después de un huevo de años vagando por ahí. Y se había producido una doble confusión. En Las Palmas nos tiraron piedras porque los que no bajábamos suponían que éramos de Tenerife, y eso de las rivalidades con una hora menos es lo que tiene. Y en Tenerife pensaban que era el avión que traía al equipo desde Sevilla.

Creíamos que habíamos visto todo una vez en tierra. Para nada. Lo que nos quedaba.

El conductor de la Guagua que nos tenía que llevar al hotel totalmente borracho. Los de las maletas que descargase otro, que ellos estaban de parranda. La persona que nos debía de llevar a nuestro hotel (Estamos hablando de las 5 de la mañana) tuvo que pagar el triple hasta que un taxista dijo que por ese dinero iba y volvía a seguir bebiendo. (Casi mejor que se hubiese quedado, menudo rally)

Nuestro hotel, el “Guayarmina princess”, nunca se me olvidará, estaba sin acabar. Y ahí nos pretendía dejar el pavo a las 6 de la mañana, al lado de una hormigonera y unas obras. No sé como la chica le indicó que nos llevase a otro y nos recibieron. Eran las 7 de la mañana.

Os podeis imaginar que pasamos la mañana durmiendo, aunque a eso de las diez vino la del coche de alquiler para dejarnos las llaves.

Menudo coñazo de inicio de vacaciones.

Pero las buenas personas somos de memoria frágil. Y nosotros decidimos disfrutar de nuestras vacaciones. El primer día fue de playita: La tarde del segundo comenzamos con el turismo cultural, una visita a La Candelaria, patrona de la Isla.

¡Dios! ¿Quién cojones aparca ahí? Menudo atasco de pelotas. Miles de personas con la famosa banderita (Va sin ánimo de ofender, amigos chicharreros). Coches abandonados en mitad de la calzada y nosotros atrapados en una ratonera de la que tardamos en salir un par de horas y huir. ¿Qué nos faltaba? ¡El Tenerife ofreciendo el ascenso a la Patrona! (Y no digo de los cojones por no molestar, ni a los del Tenerife, ni a los de la Patrona, que podría ser entendido de las dos maneras)

¿Y todavía a alguien le extraña que no me gusten ni el fútbol ni las religiones?

domingo, 7 de marzo de 2010

EL SIMULACRO

Estaba el otro día con una antigua proveedora, además de buena amiga. Me comentaba que el terremoto de Chile había pillado a la plana mayor de su empresa durmiendo en un hotel allí. Se moría de ganas de que volviese alguna compañera para que le diese detalles de cómo había bajado la gente de la habitación. Decía que había rumores de gente bajando vestida para una boda y otros con un albornoz. Según ella, era en situaciones como la descrita donde se conocía a la gente.

No es que esté muy de acuerdo con esa afirmación. Pienso que es en todas las ocasiones donde se conoce a la gente y es, en las circunstancias extremas, donde puedes analizar según qué comportamientos, además de descubrir alguna que otra intimidad, nada más. Pero reconozco que tiene su morbillo.

Efectivamente, no dejará de ser gracioso, en mitad de la tragedia ver aparecer a tu Director General con su pijama de ositos, o al pibón de la oficina con un pijama de franela y calcetines altos que maten cualquier indicio de lujuria.

No le dije nada pero, según esa premisa, alguien podría haberme conocido bien hará algunos años.

Trabajaba en una empresa francesa. No en ésta, en otra. (Comienzo a darme cuenta de que tengo más pasado que Marujita Diaz). Estaba en París.

Mi habitación se encontraba en el piso 11 ó 12. Había sido un día duro y estaba cansado. Me dormí como un tronco.

Estaba en plena fase REM cuando una alarma se me metió hasta la parte más interna de mis neuronas. Me levanté zombi. Un incendio. Yo habitualmente duermo en pelotas, debía ser primavera. Ni siquiera pensé en nada más. Tomé las gafas, me calcé las zapatillas, que las tenía al lado de la cama, y me puse los calzoncillos que estaban encima de la silla.

Nada pensé acerca de mi apariencia exterior ni interior. Me encontraba en un piso como para no pensar en tirarme por la ventana, y si a alguien le escandalizaba ver a aparecer a un entonces, no tan madurito sexy como hoy en día (Belentxu dixit), que se jodiese.

Eso sí, tomé las llaves y algo sin lo que me encontraba desnudo y perdido, y salí al pasillo.

Ibamos bajando todos por las escaleras de emergencia. Tranquilamente pero con celeridad. No se veía humo ninguno, pero la alarma no paraba de sonar. Desde arriba se veía al personal del hotel dirigiendo a la gente.

Al llegar abajo efectivamente pudimos observarnos entre nosotros. Pijamas imposibles, gente con americana y corbata, albornoces, más de un tío en calzoncillos como yo. Y los cabrones de los gabachois explicándonos que se trataba de un simulacro.

Eso sí, supongo que mi amiga si me llega a ver en ese momento, además de conocerme de verdad me hubiese dicho, "si no lo veo no lo creo". Y no por el bulto del calzoncillo, que de eso ya hemos hablado en otras ocasiones y sabeis que no es nada extraordinario.

Al pasar enfrente de un espejo me observé. La visión no podía ser más patética. Un pavo con gafas en zapatillas y calzoncillos, enseñando cacha y torso desnudo....y con el maletín del ordenador, no se le fuera a perder