Decir que la relación con mi padre ha sido dificil me parece un acto de generosidad sin límites. Las broncas que, hasta que mi madre falleció, mantuve con él, sobrepasan la normalidad. Una vez que se ha quedado solo hemos retomado una relación difícil, aunque bien mirado solo siempre estuvo, fisicamente solo, quiero decir.
Nuestra relación es complicada pero ambos estamos comprometidos en basarla en aquello que nos une, en vez de en los choques de trenes de nuestros respectivos caracteres.
Mi padre fue el médico más joven de España. En poco más de tres años acabó una carrera de seis, habiendo suspendido primero en junio practicamente íntegro (La pandereta y la tuna. Mi padre sí que tocaba bien la pandereta, y no yo).
Hubo un catedrático, hueso él, que le dijo a principio de curso que nunca aprobaría en el mismo año dos de las asignaturas más dificiles de la carrera, las cuales él impartía al ver que se había matriculado de ambas. Creo que eran Médica I y II. Honesto le tuvo que poner Matrícula de honor en ambas, la I en Junio y la II en Septiembre.
Mi padre es un médico con un instinto impresionante pero, sobre todo, es un médico de vocación. En mi familia la medicina se mama. Su tatarabuelo ya era médico y, de ahí hacia abajo, por línea directa, todos lo han sido. De 4 hermanos, mi padre y un tio son médicos y, los otros dos, farmaceúticos. Y así hemos llegado a mí, a quien simplemente la visión de la sangre marea.
Yo, pobre Ingeniero de Telecomunicación, no he llegado a lo que supongo que mi padre siempre deseó, aunque mi hermana mayor sigue la tradición familiar, y es una médico excelente, pero para mi padre no es lo mismo. En su fuero interno creo que nunca me ha perdonado que yo no me haya hecho médico y, supongo, piensa que lo hice para fastidiarle.
Mi padre es un médico a la antigua. Comenzó en Soto en Cameros, pueblo serrano famoso por sus mazapanes. No era extraño que pasase noches enteras a lomos de mulas para visitar a pacientes. Al llegar a casa de un paciente cambiaban de mula para continuar o volver. Esas cosas de los pueblos. En una de esas noches mi madre se puso de parto, que ya son ganas de joder. Con una gran nevada en medio de un Enero helado, mi padre al mando de un 600 de segunda mano, con la ayuda del veterinario del pueblo armado con una pala para quitar la nieve de la carretera de montaña, fue incapaz de alcanzar el hospital. Y ahí llegué yo, en una curva perdida, en medio de la carretera, mientras la calefacción del 600 funcionaba a tope. Bien pensado, comencé a tocarle los cojones a mi viejo desde bien pequeño, y eso solo era el principio.
En Villalaco,pueblo de Palencia, a mi padre le pagaban, quien podía pagarle, con trigo o liebres. Eso de la Seguridad Social debe de ser un invento moderno.
Recuerdo una epidemia de tifus con decenas de infectados en el que considero mi pueblo. Mi padre estuvo sin dormir cerca de dos semanas. Eso de las guardias en los pueblos tambien debe de ser otro invento moderno.
A mi viejo le comenzaron a matar la ilusión cuando le obligaron a trabajar en un centro de salud y tuvo que compartir trabajo y espacio con "funcionarios de la sanidad" en horario tasado. Le recuerdo toda la puta vida hasta entonces, mientras le levantaban varias veces por semana de madrugada el día menos pensado para atender enfermos en sus casas. Y al día siguiente a las 9 estaba pasando consulta puntual, aunque hubiese estado de jarana toda la noche.
Supongo que muchos pacientes se le han muerto siendo él su médico, es Ley de vida, pero sé de tres muertes que le conmovieron. El primero en Soto, su primer muerto. Supongo que es algo que marca la vida de todo médico.
Un niño en Labastida. Le recuerdo que vino con unos puntos en la cabeza por la noche. Eso de las ambulancias es otro invento moderno. A toda hostia mi padre intentó llegar a Vitoria en su coche particular porque sabía que con los medios de los que disponía en la consulta era imposible salvar a aquel chaval. Mientras entraba a la carrera por urgencias con el niño en brazos, una puerta se le cerró dándole en la cabeza.
La tercera muerte es la de Atanasio.
Cuando murió, Atanasio contaba con 89 años. Un paciente a quien mi padre le atendía donde tocase, en la consulta, en el bar, o en su casa. En los pueblos los médicos eran como los modernos "seven eleven", estaban abiertos 24 horas. Y mi viejo siempre dijo que en un pueblo no puedes dejar de ser médico en ningún momento. Con lo que si Atanasio le preguntaba lo que fuese con un txikito de vino por medio era tan consulta como en el quirófano más preparado.
Atanasio fumaba como un carretero y mi padre, no sabe muy bien por qué, un día que Atanasio tosía un poco más de la cuenta, le aconsejó que dejase de fumar. Tres meses despues Atanasió murió y mi viejo nunca se lo perdonó.
Nunca se perdonó el haberle jodido al pobre Atanasio los últimos tres meses de vida. Es más, yo creo que tiene la sospecha de que, quien realmente mató a Atanasio fue él, y despues de más de 40 años de profesión, creedme, no os imaginais lo que le jode.