No hace falta que me lo digais. Sé que os tengo absolutamente abandonados. Os he cambiado por una novia Brasileña.
Se llama Marisa Monte y estoy hasta los ovoides de analizar las letras de sus canciones para mis clases de portugués....Voy a acabar odiándola.... Y es que donde esté Roberto Carlos...no el que era del Real Madrid, (lo digo para los despistados que se dejan caer por aquí), y "Su gato que está triste y azul", por supuesto en castellano, que se quiten todas las cantantes "sexis" en portugués a las que tengo que rellenar los verbos irregulares en su forma correcta. (Y esto de rellenar sus verbos irregulares, juro que no es una metafora de viejo verde)
Pero he decidido que como esta tarde no me sale el verbo "Pôr" (Poner, y que es más irregular que el pavimento de Toledo) voy a ver si me oxigeno sacando alguna historia de este verano.
Aunque no soy un habitual de Paradores, siempre que paso cerca de uno y tengo 10 minutos, paro para tomar un café y admirarlo. Generalmente son edificios únicos, emplazados en sitios relevantes y perfectamente conservados. De este modo yo creo que conozco el 90% de los Paradores de España.
Cuando me tomo un par de días de vacaciones, no me gusta con el estómago lleno meterme 500 kms de vuelta a casa para trabajar al día siguiente. Habitualmente me sobran días de vacaciones todos los años para aburrir. Despues de la visita que hicimos a JA en su campamento de Rugby este verano, nos alojamos en el Parador de Monforte.
La clientela de Paradores suele ser gente de mediana edad, con un nivel cultural medio-alto, a los que les gusta viajar más despacio. Sus costumbres se notan en la hora a la que llegan al Parador, las rutinas a las que se someten, los ratos de lectura en las terrazas de las cafeterias, generalmente ubicadas en rincones destacables. El silencio suele ser monacal.
Paradores gusta de cuidar los productos locales y suele ofrecer vinos muy adecuados. Los precios no son baratos, pero tampoco excesivamente elevados.
El Parador de Monforte está enclavado en lo alto del pueblo, en un Antiguo Monasterio luego reconvertido en Palacio. Ardió en el Siglo XIX, aunque la restauración ha sido magnífica. La Torre del Homenaje tiene cierto regusto a cartón piedra, pero se agradece que las cosas estén cuidadas. El Pueblo, aunque ya lo conocíamos, es una maravilla para pasear.
Carmen y yo llegamos tranquilamente y, despues del ajetreo de la parrillada argentina que nos habían perpetrado ;-), nos metimos del tirón en el Jacuzzi (Hay pocas cosas que me gusten más en el mundo que un Jacuzzi). El Jacuzzi, para nosotros solitos, me bajó las pulsaciones hasta casi el nivel de la muerte cerebral.
Como he dicho antes, ir de Paradores significa prisas-cero y dejar el tiempo correr. Me apetecía un Mencía rico y, en el claustro, me sirvieron una copa que todavía lo estoy recordando. Hablando se nos fue yendo el tiempo hasta la hora de la cena. Una tarde deliciosa...
La comida de Paradores es generalmente impecable. Tomamos el menú denominado ARTE BREVE. Este ARTE BREVE es un menú presente en todos los paradores, largo y estrecho. En cada uno de ellos lo adaptan para mostrar lo mejor de la gastronomía local.
Por 27 €, vino aparte, parecía una opción recomendable ( Vieira gallega, Brochetita de chorizo y Lacón sobre Grelos, Caldiño colado, Pulpo a feira, Ternera al estilo de los monjes, Bica emborrachada en Licor Café acompañada de helado de castaña). Y seguramente lo era, pero ese día el cocinero debía haberse tomado el día libre. Los cachelos que venían con el pulpo eran, sin duda, los peores que he tomado en mi vida. Absolutamente crudos.
Uno, al que no le importa pagar, pero sí no ser correspondido, sabe que no mea colonia. En cuanto casi me salta una muela con el primer cachelo llamé al camarero para quejarme. Cuatro mesas de estirados que se habían jalado ya casi todo el plato, a fuerza de pan, aprovecharon la aparición de un valiente y se sumaron al jolgorio, ya que no se habían atrevido a reclamar por lo que iban a pagar. No como el que suscribe. Y es que las patatas venían directamente del huerto sin más proceso culinario que el pelado, supongo que para quitarles la tierra. Aparte de las excusas, ningún detalle. El pulpo desapareció y nada más supimos de él, ni de nada que lo sustituyese. Supongo que era domingo y habían dado vacaciones a los que habían estudiado y se habían portado bien durante la semana.
A la hora de firmar la cuenta, por no dar la noche a Carmen, simplemente me reservé el reclamar al día siguiente. (Hace años aprendí que discutir con quien no puede tomar decisiones, solo es bueno para los que las pueden tomar y les dirigen). Y es que, el que se había quedado de turno, no parecía el más espabilado de la zona.
Sin embargo, el resto de la cena estaba deliciosa. Como detalle, los diferentes tipos de sales para acompañar los platos.
Al día siguiente no teníamos planes para llegar a Madrid, decidimos levantarnos tarde, dar otro paseo por Monforte, y comer en el Parador de Benavente.
El Parador de Benavente es un castillo precioso donde en el 1202 tuvieron lugar las Cortes de Leon. Posee la Torre del Caracol, con un artesonado Mudejar engarzado sin un mísero tornillo ni nada que se le parezca, que es una auténtica maravilla. Carmen les quiso dar otra oportunidad, y probó su ARTE BREVE, que en esta ocasión era Queso curado con pure de aceitunas, Mousse de Pimientos rojos, Croquetas de castañas, Taco de bacalao, Pichón y Rosquillas del Convento con Natillas.
Yo me tiré de cabeza a por la mejor cecina que he probado en mi vida, unas carrilleras de cerdo, y un vino de Toro, Quinta del Obispo, que estaba para quedarse a vivir dentro de la botella. La tarta del Císter y un café solo en la cafetería, para admirar la Torre de Caracol, hicieron que mi vuelta a Madrid fuese mucho más agradable. ¿El Precio? No llegó a los 70 Napos. Hay sitios donde comes auténtica bazofia y encima tienes que sonreir al camarero pagando el doble.
Me hubiese quedado a pasear por los jardines, sin embargo, estábamos todavía a 300 kms de Madrid.