Os presento mi colaboración habitual para el Octavo número de la Revista "ENTROPIA" dentro de mi sección, "DE AEROPUERTOS Y CALORIAS". Os adjunto la portada y una copia del índice, que sé que nunca os creeis que alguien haya pensado en mí para que le destroce una revista....Espero que lo disfruteis...y compreis la revista...el resto es mucho mejor, lo juro...
Para descubrir que tengo un
saque importante, no hace falta contratar al Teniente Colombo….ya os lo digo
yo. Es más, el título de esta sección lo apunta….
Y he de decir que siempre
fue así. En casa me acostumbraron a comer de todo, y cuando digo de todo, digo
de todo….
De bien pequeño recuerdo la
sopa de rata de agua, exquisita, que no debía ser tan extraña cuando Delibes la
dedicó un libro. Lo de las ancas de rana, también presentes en mi niñez, una delicadeza…
Eran otros tiempos. Con un
sueldo único, y no elevado, mi viejo traía angulas de vez en cuando a casa.
Dolores, la señora que trabajaba en casa, la primera vez que las vio se declaró
en rebeldía…y eso que todavía vivía Franco.
Llamó a mi madre a capítulo….
“Doña Merche…yo necesito
trabajar….pero me niego a limpiar todos esos bichos…”
La pobre mujer se pensaba
que tenía que limpiar las angulas una a una….
Si hay un sitio donde nunca
comí bien ha sido en Inglaterra. La primera vez que fui tendría 13 años. Eso de
desayunar alubias pintas con tomate en una tostada…no sé…no lo veía civilizado.
Todavía recuerdo con pavor aquel mes. El segundo domingo pusieron pollo. Creía
que iba a ser mi oportunidad….Vana ilusión…de todas las partes, me toco la del
Chiste….
Para Zapata, la pata…para
Zabala, el ala….para Angulo….”
“No gracias, a mí no me
gusta el pollo…”
Y ahí acabaron mis recuerdos
gastronómicos de ese primer mes en el extranjero…¡Qué poco imaginaba entonces
que sería el primero de tantos!
Siempre recurro a lo mismo
pero, el país que me abrió los ojos de verdad en esto de la comida, fue China.
Nunca sabía lo que comía, y casi todo me gustaba…menos las patas y las cabezas
de pollo, con el pico y las uñas…que ellos devoraban.
La única comida que no
soportaba era el desayuno. Acabé acostumbrándome a desayunar tomates crudos,
ante su cara de sorpresa, ya que nunca les echaba azúcar (Para ellos, el tomate
es un postre, y se lo toman con azúcar…en fín…lo mejor la salsita….puagggggg)
Nos encontrábamos en un
punto culminante de la negociación de un gran contrato. Ellos necesitaban mis
equipos….pero querían rebajar el precio…el tiempo se nos agotaba…
Aquella noche, durante la
cena, me pusieron el menú en inglés por primera vez…como medida de presión. Y
los muy cabrones no se cortaron pidiendo exquisiteces…
Pero si eso era todo lo que
tenían para doblegarme….no fue suficiente… Despues de ver el menú, y os voy a
ahorrar los detalles, simplemente me fijé en cómo comían los demás, y actué del
mismo modo…Escasa munición para una guerra nuclear…
Allá donde viajes, hay
especialidades que sin duda te sorprenderán. Siempre digo que los pueblos, a lo
largo de los siglos, se convierten en sabios. No me cabe duda de que los chinos
toman el agua caliente (Sí, sí…caliente, casi hirviendo), para luchar contra
las infecciones a través del agua. A ellos les sorprende muchísimo que tomemos
el agua fría.
Cada vez que traía clientes
chinos a España, las explicaciones a los camareros cuando me pedían un vaso de
agua, y el agua debía de ser de la cafetera…más de un camarero se ha pensado
que me estaba quedando con él, ante mi cara de poker y de hombre de mundo…
Lo de los picantes, lo he
comentado muchas veces, se da principalmente en países calientes o tropicales
y, estoy seguro que al principio, era para poder tolerar el que los alimentos
estuviesen en mal estado. Se da en el Sudeste Asiático, en Singapur, en Africa,
en México…
En España, costumbre
madrileña, el pescado lo acompañamos de limón, cosa que, cualquier cocinero,
nos dirá que es una aberración. Sin embargo nos hemos acostumbrado. ¿Y eso por
qué? Siguiendo mi teoría para, hace décadas, poder tragar el pescado al llegar
a la capital, ya no tan fresco…
Lo de México merece un capítulo
aparte. No hay viaje en el que no me atreva con algo diferente. Durante este
último, se trató de gusanos de Maguey, servido con Guacamole en tortillas de
maíz…deliciosos
Los chapulines, una especie
de saltamontes que se toman fritos con sal de gusano de maguey, conservan un
delicioso sabor agridulce y ahumado…
Lo que peor llevo son los
escamoles, huevas de una especie de hormiga, cuando me las hacen fritas con
mantequilla….y es que no soporto esa grasa bárbara….
En México, en un
restaurante, darás por seguro que no hablas el mismo idioma. Será difícil que
un comensal español sepa identificar, sin ayuda de un local, ni el treinta por
ciento de los platos, siendo terriblemente generoso.
Nos encontrábamos en la
provincia de Gansú, en la China Hiper profunda. No recuerdo, demasiados años,
demasiados viajes, demasiados clientes, si estábamos en Lanzhou, la capital de
la Provincia, o en Baiyin, a orillas del impresionante Río Amarillo, haciendo
honor a su nombre, tal es el color de sus aguas debido al lodo que arrastra. Me
había venido a recibir el Alcalde de la ciudad. Fuimos a comer…
Ahí comenzó un mano a mano
de brindis con licor de arroz, 50º de nada. Lo llamativo no es que al Alcalde
se lo tuvieran que llevar con un coma etílico a los postres entre la algarabía
de su séquito. (Políticos diferentes, costumbres diferentes, séquitos
diferentes)
A mitad de la comida aparece
la estrella. Una tortuga de más de medio metro con caparazón y todo. Quince
pares de ojos mirándome.
Con ayuda del intérprete, el
achispado alcalde me indica que he de meterle mano al quelonio. No sé como
apartar de mí ese cáliz. El que le indique que está cubierto por el caparazón,
le parece una pobre excusa. Tres pares de palillos me lo apartan.
Al seguir haciéndome el
remolón, el Alcalde me indica que hasta que yo no comience, el resto de
comensales no podrá disfrutar del festín
Cierro los ojos….Lo único
que necesito ahora, es que el ebrio representante popular me indique que las
partes más exquisitas del cadáver son o la cabeza o las patas, para levantarme
e irme.
Por suerte, nada de eso
ocurre. Mis herramientas van al medio, pinzan un trozo de carne y, al metérmela
en la boca, quince pares de palillos se abalanzan sobre el pobre bicho…
Al día siguiente, el Alcalde
en el Ayuntamiento, me recibirá muy contento. Recordará que hacía años que no
bebía tanto (No me pregunta a mí), y se congratulará de lo bien que bebemos los
españoles (Que no sé por qué no dice lo bien que bebemos los Ingenieros…o los
calvos)
Con el hígado como si fuese
paté de oca, firmaré el contrato. Y mi jefe nunca me preguntará qué hice para
conseguirlo. Y por mí, mejor. Estoy seguro que no me creería, y no hay nada
peor que un jefe piense que le estás ocultando algo…