lunes, 16 de junio de 2008

ENTRE EUROPA Y ASIA

Posiblemente, la ciudad que más me guste de todas las que conozco, y conozco unas cuantas, sea Estambul. Muchos de vosotros estoy seguro que la conoceis...quizás no tan bien como yo.
 
Dirigí una empresa Turca durante un año. No viví en Estambul, pero me desplazaba allí una semana al mes. Esta empresa tenía unos 15 empleados fijos y unos 150 eventuales. Instalábamos infraestructuras de telecomunicaciones en el Kurdistán Turco. Creedme, no os podeis imaginar el paisaje pero no os recomiendo que lo comprobeis, allí, nuestros trabajadores debían ir con escolta policial, porque estaba petado de guerrilleros del PKK. No era extraño que mientras instalábamos una torre se estableciese una ensalada de tiros como en una película del Oeste.
Hablar de Estambul es hablar de un doble espíritu, el europeo, y el del medio oriente. Podias pasear por zonas que creias que estabas en París, para luego sumirte en los bazares de Damasco. Por supuesto veías mujeres que no te hubiese extrañado verlas en Madrid, y otras que más bien podrían ser oriundas de Bagdag en la actualidad.
Me encantaba la sensación de pasar de un continente a otro dentro de la misma ciudad. Varios puentes unen ambas partes.
Habitualmente, la gente vivía en la parte asiática (Anatolia) y trabajaba en la parte europea (Tracia), donde se encontraban los organismos oficiales y la mayoría de las empresas. Sin embargo, nuestra Oficina, la teníamos en la parte de Anatolia (Asia). Había muy pocos hoteles allí, y todos carísimos, con lo que solía alojarme en la parte de Tracia,(Europa), cerca del Gran Bazar. Iba del hotel a la oficina en el Barco que atravesaba el Mar de Mármara, para evitar el caótico tráfico de Estambul.
Es una ciudad en la que respiras Historia, con mayúsculas. Desde los restos romanos de la antigua Constantinopla, hasta las ruinas otomanas, como el Palacio de Topkapi, bueno, llamar ruina a esto es una bobada como otra cualquiera o, el legado de Mustafa Kemal Atatürk, padre de la moderna patria turca. La habitación del Palacio de Dolmahbace, donde murió, cuyo reloj permanece a las 9,05 Am que es la hora en la cual falleció.
 
En la Oficina teníamos una señora cuyo único cometido era servirnos café. Cada vez que veía que ya no tenías café o té en el vaso, aparecía a llenarlo. ¡Y no dijeras que no! Podía pensar que su puesto de trabajo era superfluo. La verdad, nunca supe lo que cobraba aquella buena mujer pero, por lo que me decían, una oficina en Estambul, sin señora para el café, no era una oficina.

Durante el mes de Ramadán tenía menos trabajo. Mi secretaria, Çeyda no lo respetaba. Sin embargo el director de Operaciones y alma mater de la oficina, Suleyman, si. Yo, tambien lo respetaba. No me parecía de recibo estar comiendo o bebiendo mientras ellos me miraban. Quizás, Çeyda, la secretaria, podría hacerlo, no yo, extranjero e infiel.
Eso sí, esa semana de ese mes que me tocaba Ramadán, me iba de la oficina antes porque mi estómago era un concierto de ruidos.
 
Me encantaba comer en Estambul. La verdad es que la comida en todo el Mediterráneo es muy similar, con los gustos característicos de cada zona. En Estambul podías comer caro, para turistas, o barato y delicioso, para locales. Conocí un restaurante super famoso, que era donde iban las celebridades locales. Me ponía hasta arriba. Nunca pagué más de 10 Euros al cambio.
Otra de las delicias de Estambul, es tomar un bocadillo de caballa recien pescada y asada en una parrilla situada en un barco atracado en el Cuerno de Oro. Memorable.
El espectáculo de los vendedores del Gran Bazar hablando cuantas lenguas necesitasen es digno de verse. Sin embargo, el mercado que siempre me fascinó, fue el egipcio, o de las especias, tal es la cantidad de colores y aromas que se entremezclan. El caviar siempre lo compraba allí. Suleyman tenía un amigo suyo, quien me decía que lo vendía a El Corte Inglés, pero vete tú a saber, jajaja.
En Estambul he tomado el segundo mejor zumo de naranja de mi vida (El mejor, sin duda, en chinatown en Bangkok). Lo tomaba por la calle. Nunca me dió reparo esto, ni siquiera una estupenda sopa que me tomé en mitad de una calle de Shaigon y que mis compañeros me miraban tomarla como si estuviese loco.
Atatürk se llevó la capitalidad a Ankara. Nunca le gustó Estambul. Sin embargo, la razón esgrimida era que era más fácil defender una capital y su gobierno en mitad del país que en un extremo. Ankara simplemente tiene el aparato gubernamental y las empresas públicas. La iniciativa privada está en Estambul.
Hay una excursión deliciosa que es atravesar el Estrecho del Bósforo en barco hasta el Mar Negro. Tardas un par de horas en un barco de línea. Si tomas uno de turistas, te cobran cinco veces más, te dejan en la mitad del estrecho y nunca llegas a divisar el Mar Negro.

Un atardecer en Estambul, desde La Torre Gálata, al otro lado del Cuerno de Oro, es una de las vistas más impresionantes que se pueden tener en la vida, con el sol reflejándose en el Mar de Mármara y ocultándose bajo el Palacio de Topkapi y la Mezquita Azul.
Una de las experiencias imprescindibles en Estambul, es ir a un baño turco con un nativo. Se te queda la piel como el culito de un bebé y sales realmente como nuevo. Nunca perdonaba un baño con Suleyman. Hay baños para turistas pero, como con la comida...no es lo mismo.
Un día leí que uno de los timos a turistas más extendidos era llevarle a un burdel, "invitarle" a unas copas y luego que el pobre pánfilo pagase las consumiciones de todo el local. Si no estabas de acuerdo, salían un par de primos de zumosol del de la barra, que te convencian rápido. Dió la casualidad de que, paseando una noche al lado de Santa Sofía, se me acercó un chico bien vestido hablándome un correcto castellano. Según él, necesitaba practicarlo, porque lo estudiaba en la Universidad y no perdonaba español para charlar. Me pareció inofensivo y comencé a darle palique.
Al cabo de unos minutos me comentó que si me apetecía una cerveza. Yo estaba solo. Le dije, ¿Por qué no? y me encaminé a un cafe cercano. El me dijo que no, que me invitaba pero que me quería llevar al bar de un amigo que estaba ahí al lado. Ahora pienso que parecía gilorio pero, me siguió sin dar mala espina hasta que entrando en el antro, vi en la oscuridad, veinte mozas de buen ver. En ese momento, la historia se me vino a la cabeza y le dejé al tipo cuando pensaba que tenía al pánfilo que iba a pagar la cuenta del local esa noche, sujetando la puerta.
¡Jamás una historia del periódico me ha venido tan a capón!

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Siempre me ha gustado la idea de ir a Estambul, pero nunca he tenido la oportunidad de hacerlo por trabajo, que es como suelo conocer mundo... ¿Para qué pagar de lo que uno gana si el que te paga el sueldo lo puede hacer por ti?

Parece que por una vez voy a tener que rascarme el bolso... (curioso, siempre digo bolso y la gente se me queda mirando como si fuera maricón, ellos siempre dicen bolsillo, pero en mi pueblo siempre sacábamos cosas del bolso del pantálón).

Bueno Kikas, que me encanta la presentación que das de esa magnífica ciudad que algún día conoceré...

Un abrazo,
Bravo

Kikas dijo...

Antonio;
Bienvenido a mis lectores.
Créeme, merece la pena perderse en sus calles, visitar sus monumentos, hablar con la gente, comer, ver los amaneceres o las puestas de sol
Es un destino imprescindible
Me encantó verte ayer. Sigues apuntando maneras en el campo de fútbol, pero más en la distancia corta de la conversación y la risa
Un abrazo, amigo

jorgito dijo...

Tu relato de Estambul me ha tarido a la cabeza el verno del 91.
Fui a Turquía a pasar 15 días con unos amigos entre los cuales estaba la que hoy día es mi mujer (así que qué te voy a contar). 15 días dan para poco...sobre todo si vas de turista. Estambul, Pammukale, Efesos, Pérgamo, Capadocia...
Como te comenté el otro día como de todo y en cualquier posición así que imagínate lo que disfruté en Turquia. Similar al placer que produce el bocata de caballa es el hecho de comerte (casi en el mismo sitio) un mejillón relleno de arroz con pasas y piñones, zamparse un kilo de cerezas (qué fruta y qué berenjenas) o desayunar con mermelada de albaricoques o de rosas...lo del caviar para tí (no me gusta, me parecen pelotillas saladas; ni iraní, ni ruso)

Kikas dijo...

Jorge, como decía en otro comentario, que bonito es viajar y que te guste la comida del sitio. Nunca entendí esa gente que viaja a Casa Dios y va buscando el Mc Donalds de turno.
Uno, que siempre ha dicho y ha hecho gala de ser de pueblo, es un incomprendido en su propia casa cuando dice que la fruta no sabe a nada.
Yo recuerdo el zumo de naranja de Estambul(de naranja que sabe a naranja) tú, el de cualquier fruta que no tiene por qué tener una presencia espectacular, pero no sabe a pepino. Ya , si entramos en las fresas esas que sirven para hacer un anuncio de...fresas, pero que no saben absolutamente a nada. En casa siempre plantamos fresas. Teníamos varios bidones agujereados de fuel. De esos de 500litros. Poníamos las semillas dentro de los agujeros situados en el cilindro lateral (Una cosa que nunca volví a ver más que en mi casa)y ¡Dios! ¡eran fresas! Ahora, en Lepe o Almeria, tienen 14 cosechas al año. Mucho más bonitas que las que salían en mi casa. Lamentablemente no saben a nada.
Con respecto al caviar, perdóname, no me gustaría pecar de presuntuoso pero, ¿lo ha probado con blinis (Yo los compro en el carrefour), crema agria y vodka helado? ¿como en Moscú? (Con un buen champán tambien dan el pego ;-) ) Creeme, es absolutamente memorable

Mela dijo...

Dos continentes en una misma ciudad, unidos por puentes, una sensación extraña
Cuentas cosas muy bonitas de este lugar, pero también muy peligrosas... como la ensalada de tiros
Te imagino tomando la sopa en mitad de una calle de Shaigon... y sonrío