EL RELOJ DE LA KOURNIKOVA

El protagonista de esta historia es el amigo de un amigo que no conozco, que las cosas se están poniendo chungas con la entrada de China en la OMC y solo falta que a alguien le metan un paquete a cuenta de la pirateria de marcas.

Según me cuentan, esta persona, Perengano vamos a llamarle, odia ir de compras con toda su alma. ¿Siempre? No. Como en la primera página de los libros de Axterix, "una pequeña aldea...". En China disfruta como los indios.

Perengano ha desarrollado un instinto asesino y depredador con los vendedores chinos. Sin temor a exagerar diría que practicamente les hace llorar cada vez que va de compras (A cazar, para entendernos).

Me cuentan que, en una ocasión, en el mercado de Hong Qiao, en Pekín, local de turistas donde los clavos al visitante de turno pueden ser notables, consiguió un precio tan bueno para unas carteras que, el amigo chino que le acompañaba no dudó en pedir una más al mismo precio diciendo que nunca imaginó que se pudiese conseguir tan barata.

La estrategia que mi amigo me comenta que seguia Perengano, una vez que las manadas de vendedores chinos se abalanzaban ante su pinta evidente de narizotas (Como nos llaman ellos) o "guili" que dirían los chinos en cheli, era sacar el pasaporte, apabullar con sus varios visados chinos permanentes, mostrar los más de una docena de sellos de entrada al país en ese pasaporte en concreto, y decir que no quería perder mucho el tiempo, eso sí, poniendo cara de muy mal humor y gritando mucho.

Había varias especialidades en las que Perengano era un artista. Las perlas, donde conseguía auténticas gangas y los Trolex, o relojes de pega.

A Perengano, solo le gustan los relojes buenos. Esto quiere decir que tiene el reloj que le regaló cuando se casaron su afortunada mujer, afortunada ya que Perengano es una bellísima persona, y un Rolex de aviador, que siempre había sido su capricho.

Aun a pesar de que a Perengano no le gustaban los Trolex, la gente se los encargaba mucho, y Perengano se relajaba yéndose en cada viaje, un rato de compras. Siempre avisaba, ya que tuvo una mala experiencia. Un pavo que le encargó un Trolex, que a las tres semanas le dejó de funcionar, y le pidió el dinero. Perengano se lo devolvió, pero le avisó, nunca más, que Perengano no ganaba pasta con eso. Traía encargos, y si alguien no sabe que un Trolex puede dejar de funcionar en cualquier momento, por mucho que le prestes atención a sus mecanismos, ruedecillas y demás, es que no entiendes nada. Docenas de Trolex traidos por Perengano y escogidos convenientemente entre la maraña de relojes con la que te suelen intentar engatusar los vendedores, siguen funcionando en España.

Perengano se encontraba en compañía de otra persona en Shanghai (Pronúnciese Sanjai, que este blog tiene una intencionalidad didáctica. La primera vez os sonará raro pero a la gente que os escuche le dará corte preguntar. Imaginará que teneis mundillo, además de ser así como se pronuncia, por otra parte). La hermana de Perengano le había encargado "el reloj de la Kournikova". Le había digitalizado el catálogo y se lo había mandado por correo electrónico. Perengano, que, por otra parte, conoce bien a su hermana, se fue al mercado de Shanghai provisto del catálogo y comenzó la intensa búsqueda. Si le habían encargado "el reloj de la Kournikova", era ése, no "el reloj parecido al de la Kournikova", que para tener lío con la hermana, mejor no llevar nada. A cada reloj que le enseñaban le faltaba algo. O el lapislázuli no estaba en el sitio concreto, o el cierre de la correa no era el mismo, etc.

En cada tenderete se repetía la misma escena. Se enseñaba la foto. Ellos cerraban las cortinas para que no se viese por fuera. Sacaban de debajo de cualquier sitio el muestrario. Se analizaban los relojes uno por uno. Una vez que no se encontraba se tiraba de catálogo original, que estos chinos están todos preparados para la vida moderna, y al siguiente tenderete.

Llegaron Perengano y compañía a uno que parecía que lo tenían, pero era una falsa alarma. Sin embargo, el propietario del tenderete cogió una moto y les indicó que esperasen. Al cabo de 10 minutos apareció con un reloj "casi como el de la Kournikova". Perengano estaba a punto de rendirse pero su compañía, ingeniero avezado en las transacciones chinas, le convenció para no desesperar. Entonces, el propietario de la moto, les indicó que se montasen.

Como si fuese una escena de una película italiana de los 40, comenzaron a internarse, los tres en la moto, por callejones cada vez más sórdidos. Solo se veía a chinos jugando a las cartas en la calle, con pinta de mafiosos. Perengano comenzó a imaginar la portada de "El Caso" del día siguiente. Algo así como "Dos españoles sodomizados en el barrio chino de Shanghai" (Eso de barrio chino de Shanghai le parecía un recurso periodístico de primer orden).

Llegaron a una puerta pequeña como cualquier otra, y el conductor les hizo ademan de que se bajasen. Perengano tenía claro que no iba a dar facilidades. Que su trasero era solo suyo como para ir jugándoselo por ahí, y que no entraba por aquella puerta. Sin embargo, su compañía, hombre arriesgado o inconsciente, vaya usted a saber, le tiró del brazo. Lo que se encontraron nada más entrar era algo increible. Más de 200 chinos montando relojes a toda pastilla en un recinto no mayor que el salón de la casa de Perengano, que por otra parte no era Versalles. Una vez les vió alguien que tenía pinta de encargado, les reclamó la fotografía, y en 10 minutos tenían "el auténtico reloj de la Kournikova".

Perengano solo vió la luz cuando llegó a un sitio más frecuentado por Narizotas. Sin embargo, Perengano le comentó a mi amigo que no cree que haya habido mucha gente que haya visto un antro como ese.

La hermana de Perengano nunca se imaginó los riesgos que "el reloj de la Kournikova" hizo pasar a Perengano. Y es que hay veces que es mejor pagar lo que vale el original que andar como un vaquero recien bajado del caballo durante 15 días.