Era mi primer trabajo con Seguridad Social, de los otros había tenido ya unos cuantos de estudiante (Espero que el delito haya prescrito). Me contrataba una compañía alemana para ser delegado de ventas para el centro de España. Intentaba vender (decir vendía supongo que sería una falta absoluta de rigor) equipamiento de conexionado electrónico. El Yogui decía que eran enchufes, para aplacar mi vanidad.
Mis clientes tipo se localizaban principalmente en los polígonos industriales. Me dijeron que tenía que hacer muchos kilómetros para rentabilizar mi actividad. Me acababa de comprar un Seat Ibiza y en tres meses le hice 28.000 kms. Supongo que se referían a eso. Me quería comer el mundo.
La empresa organizó un Seminario de vendedores y distribuidores al mes de estar yo allí y, con gran emoción, cogí un avión para Alemania.
Había gente de toda Europa. Talluditos casi todos. Hombres de negocios y empleados, hechos y derechos.
El Director Comercial de la Empresa me acogió con gran amabilidad. Nos tiramos toda la mañana recibiendo explicaciones de nuevos productos, estrategias de ventas, etc. Por supuesto, el tio más atento del mundo era un crio de teta comparado conmigo.
Llegó la hora de comer. Yo, español, y mediterrráneo (Lo siento Arzallus, majo, qué le vamos a hacer) pedí una cervecita. Inmediatamente me vino el Director Comercial de la empresa y el Director General en España (Alemán tambien) a decirme que eso era imposible.
Intenté hacerles entender, con poco éxito para qué engañarnos, que no era una adicción peligrosa. Que el comer con una cerveza o un vaso de vino no mermaba mis facultades para continuar la reunión por la tarde. Se negaron en redondo. Fue la primera, de muchas veces, en la que constaté que los alemanes y los españoles no éramos muy parecidos.
Su explicación era que si yo me tomaba una cerveza, los centroeuropeos, ingleses y nórdicos se la tomarían tambien, y entonces la reunión vespertina sería una anécdota.
No podía creer lo que me contaban. Aquellos seres encorbatados, serios como un enterrador y profesionalmente exitosos no tenían la menor pinta de hooligans.
Era nuevo, y por una cerveza no íbamos a tener un disgusto. Comí con agua (Al estar en Alemania con gas, ya que ellos no conciben pagar por beber agua que sepa como la del grifo. Extraños estos alemanes, sí).
Continuamos la reunión por la tarde y llegó la hora de cenar. Nos quitamos la corbata y fuimos a otro restaurante. Ahí sí que se permitía el alcohol.
Pedí otra cervecita, lo mismo que los ingleses, centroeuropeos y nórdicos. Y comprendí muchas cosas.
Cuando a las 10 de la noche, casi todos ellos estaban como piojos me di cuenta que lo de la bebida es un tema de educación, como tantos otros. Que si te educan en una cultura de consumo responsable, beber porque te gusta y no para emborracharte, no solo disfrutas más de todo, sino que al día siguiente te tienes que arrepentir de menos cosas generalmente.
Porque fui una extraña excepción en aquella cena junto con el francés y creo que un italiano.
Y es que no me podía creer como perdieron los papeles esos distribuidores austriacos con un Audi de torero, los noruegos borrachos como cubas, los ingleses....bueno, de los ingleses no hay mucho de qué hablar si has paseado por la City londinense un viernes a las 4 esquivando las vomitonas de los ejecutivos que son incapaces de llegar al metro.
Los directivos que durante la comida me prohibieron beber, no tuvieron que volverme a explicar nunca más nada referente a los usos y costumbres en las comidas de empresa. Lo que no sé es si alguna vez explicaron algo al resto.
Mis clientes tipo se localizaban principalmente en los polígonos industriales. Me dijeron que tenía que hacer muchos kilómetros para rentabilizar mi actividad. Me acababa de comprar un Seat Ibiza y en tres meses le hice 28.000 kms. Supongo que se referían a eso. Me quería comer el mundo.
La empresa organizó un Seminario de vendedores y distribuidores al mes de estar yo allí y, con gran emoción, cogí un avión para Alemania.
Había gente de toda Europa. Talluditos casi todos. Hombres de negocios y empleados, hechos y derechos.
El Director Comercial de la Empresa me acogió con gran amabilidad. Nos tiramos toda la mañana recibiendo explicaciones de nuevos productos, estrategias de ventas, etc. Por supuesto, el tio más atento del mundo era un crio de teta comparado conmigo.
Llegó la hora de comer. Yo, español, y mediterrráneo (Lo siento Arzallus, majo, qué le vamos a hacer) pedí una cervecita. Inmediatamente me vino el Director Comercial de la empresa y el Director General en España (Alemán tambien) a decirme que eso era imposible.
Intenté hacerles entender, con poco éxito para qué engañarnos, que no era una adicción peligrosa. Que el comer con una cerveza o un vaso de vino no mermaba mis facultades para continuar la reunión por la tarde. Se negaron en redondo. Fue la primera, de muchas veces, en la que constaté que los alemanes y los españoles no éramos muy parecidos.
Su explicación era que si yo me tomaba una cerveza, los centroeuropeos, ingleses y nórdicos se la tomarían tambien, y entonces la reunión vespertina sería una anécdota.
No podía creer lo que me contaban. Aquellos seres encorbatados, serios como un enterrador y profesionalmente exitosos no tenían la menor pinta de hooligans.
Era nuevo, y por una cerveza no íbamos a tener un disgusto. Comí con agua (Al estar en Alemania con gas, ya que ellos no conciben pagar por beber agua que sepa como la del grifo. Extraños estos alemanes, sí).
Continuamos la reunión por la tarde y llegó la hora de cenar. Nos quitamos la corbata y fuimos a otro restaurante. Ahí sí que se permitía el alcohol.
Pedí otra cervecita, lo mismo que los ingleses, centroeuropeos y nórdicos. Y comprendí muchas cosas.
Cuando a las 10 de la noche, casi todos ellos estaban como piojos me di cuenta que lo de la bebida es un tema de educación, como tantos otros. Que si te educan en una cultura de consumo responsable, beber porque te gusta y no para emborracharte, no solo disfrutas más de todo, sino que al día siguiente te tienes que arrepentir de menos cosas generalmente.
Porque fui una extraña excepción en aquella cena junto con el francés y creo que un italiano.
Y es que no me podía creer como perdieron los papeles esos distribuidores austriacos con un Audi de torero, los noruegos borrachos como cubas, los ingleses....bueno, de los ingleses no hay mucho de qué hablar si has paseado por la City londinense un viernes a las 4 esquivando las vomitonas de los ejecutivos que son incapaces de llegar al metro.
Los directivos que durante la comida me prohibieron beber, no tuvieron que volverme a explicar nunca más nada referente a los usos y costumbres en las comidas de empresa. Lo que no sé es si alguna vez explicaron algo al resto.
5 comentarios:
Pues no hace falta irse a Alemania para que te ocurra esa tontería de que durante una convención no te pongan alcohol en la comida de medio día para evitar las pérdidas de atención en la sesión de la tarde.
A mí me pasó en Madrid. Dos mil quinientas personas procedentes de toda España, comiendo en la terraza de un hotel de Madrid, al sol los últimos días de Agosto y en la mesa, sólamente agua.
Una sevillana, la llamaremos Macarena, al ver pasar al responsable de organizar el evento, lo llamaremos Jordi, le grita: ¿Jordi, ioputa, (en Andalucía hijo de puta, no es un insulto, es más bien una coletilla) noo vaa a hazée comé aquí, a pleno zoo, a palo zeco, zin una cervesita ni naa.?
- Hosti tú, (en Cataluña, esto no es una blasfemia sino también una coletilla) a pal-lo seco no estáis, aaah, qu'a tenais un litre d'aigua por cabesaa, ¿eeh?.
Y entonces la sevillana, a su grupo, "Este tio ee hiliposha o ze cree que lo zoy yo" (en Andalucía, gilipollas quiere decir gilipollas).
El objetivo de mantener la atención en la reunión de la tarde no se consiguió, la mitad del tiempo estuvimos quejándonos de lo mal que le debe ir a la empresa que no tiene ni para vino y el resto del tiempo yendo a mear el litro de agua.
Y es que los directivos de las empresas, muchas veces, son como los médicos: para atajar un mal, recetan siete.
Un abrazo.
Al ser un hombre desocupado has puesto el punto de mira en el negrero capitalista que a casi todos nos oprime. La Empresa, llamada así, cuando todos queremos decir, el empresario. Y has asemejado los usos y costumbres de las empresas allá donde vayamos a fijarnos.
Sin embargo, 23, yo como humilde asalariado, puse mi punto de mira, con escaso éxito, por lo que veo, en el currito, que, si te fijas en lo que quiero decir, no se comporta de igual modo en Alemania que en las Españas.
Quiero decir, que me disperso, que los españolitos de a pie (Ojo, español según la Ley Internacional y su pasaporte en vigor, que no quiero ahora comenzar de donde es cada uno y lo que le gustaría ser de mayor), pues eso, que los españolitos de a pie se hubieran tomado una cervecita y no hubiera habido problema en asistir atentamente a la reunión vespertina. Es más, su rendimiento bajó debido a la no ingesta de elemento alcohólico.
Sin embargo, en Alemania, estoy seguro que aquellos descerebrados se hubieran bebido el agua de los floreros, y los ronquidos por la tarde hubieran impedido a los meridionales dormir nuestra bien merecida siesta, o sea, el mundo al revés.
Y es que, un compañero que tuve catalán, no paraba de decirme continuamente, que ellos eran los milaneses de España, en contraposición a los Madrileños que éramos los romanos (Espero que no de las películas)
Yo, como no sé de donde soy, le miraba como las vacas al tren, pero que gran papel hubiera hecho Jordi en mi reunión Alemana.
A propósito, Marten, que así se llamaba mi Director General para España de aquella empresa, vivía en Barcelona y estaba casado con una catalana. ¿Se conocerían Marten y Jordi? ¿Serían la misma persona?
Tú Kikás, comes con horario europeo pero con vino, ¿no?.
¿Entonces alguien que alterna entre Director General y Director Comercial, dependiendo de la empresa en que esté es un "humilde currito acosado por el negrero capitalista"?
Entonces al mileurista habrá que aplicarle la definición que le otorgábamos al nuevo ¿no?.
¿Y al becario que cobra hoy 300 Euros mensuales (exactamente 300 Euros menos de lo que yo cobré como becario en 1991)?
Yo que quería contar una anecdota y tú me sales con un discurso que dejaría mosqueado a Julio Anguita
Vivir para ver.
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En cuanto a tu comentario sobre la comparación de tu compañero catalán entre Milán y Roma, que supongo quiere dar a entender que los habitantes de la Padania (y por lo tanto, los de la Padania española) son más europeos, acogiéndome al ejemplo anterior y en relación a lo del "alpiste" y dentro de lo limitado del ejemplo, (obsérvese la profusión de "disclaimers" que no quiero ofender el honor de ningúna nación sin estado) tengo que darte la razón. Porque, los directivos de aquella empresa de la Padania española solían agarrarse las noches de convención unos europedos del demonio. Una de las noches el Director General se agarró una curda indecente y se empeñó en cantar en un improvisado karaoke (pidiendo a sus subordinados directos que le hicieran los coros, a lo que se negaron, gracias a Dios), para amenizar a los socios de la empresa que, atónitos, observaban la escena bañados en vergüenza ajena y preguntándose en manos de quién estaban. No tuvieron que esperar mucho para hallar la respuesta porque la empresa quebró espectacularmente poco después, en una excelente demostración de la supuesta eficacia europea de la Padania española.
Que en todas partes cuecen habas. La diferencia es que en la Padania española las cuecen con butifarra y en el resto de España, con chorizo.
Por Dios, 23, no se me mosquee usted y ataque con la anécdota que llevaba en la recámara y que la dejó para mejor ocasión con el fin de enjuiciar mi supuesta modestia.
No te equivoques, 23, o el negocio es tuyo, o eres un P. currito. Porque los de arriba suelen dar por ahí tanto mas insistentemente cuanto más elevada es su posición.
Pero créeme, de la anécdota del padanio de la Polonia del Sur (Yañez dixit) o no me cuentas toda la verdad, o es directamente mentira porque, vamos a ver, ¿alguien que te conozca puede creerse que un pseudocantante pidiese ayuda para los coros y no salieses tú voluntario? ¿He de contar aquella vez en el casco viejo de San Sebastian en que te empeñaste en cantar Maitechu mía con los parroquianos y hubiste de salir con más pena que gloria dado que se creían que eras un madero infiltrado?
¡Ah!, y como y ceno con horario español. Pero habitualmente en días laborables como con agua, incluso con invitados, y, eso sí, ceno con vino y, tengo por costumbre tomarme además una copita antes de cenar con mi Santa.
Para aclarar los "concetos", que diría Pepiño Blanco
Hola, Kikas... Por lo que has contado, creo que de no haber comido con agua con gas... la reunión de la tarde hubiese sido un poco complicada ;-)
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