LAS BODAS

Sí, yo tambien tengo un pasado. Y como supongo que ha prescrito, como esos arrepentidos que cantan una vez que saben que a ellos no les pueden empapelar, quiero tranquilizar mi conciencia.

Antes de en el Cisneros yo estuve en otro Colegio Mayor (Una de esas instituciones que según integrantes del equipo del Inefable Berzosa, Rector de la Universidad Complutense, inventó Franco y, por ello, se las quieren cargar, que no sabía yo que Franco vivió en el Siglo XV).

En aquel otro Colegio Mayor solo estuve un año. No me fui por mi propia voluntad. No sé como explicarlo más claro sin que afecte negativamente a mi curriculum. Era el San Agustín.

Sin embargo me dió tiempo a hacer una serie de buenos amigos.

El San Agustín tenía una peculiaridad. Su comedor cerraba los sábados por la noche, con lo que ese día teníamos que buscarnos la vida para llenar el buche.

Había una serie de restaurantes por Arguelles, baratos, en los que nos desparramábamos despues de tomar unas cañas y antes de tomar unas copas por los bajos de Aurrerá, que siempre fuimos unos dandys.

Supongo que lo que más nos dolía de la pasta que nos gastábamos era el apartado cena.

Por aquel entonces, el barrio de Moncloa-Arguelles lo teníamos catalogado como de "alto standing". Buenos hoteles como el Princesa Plaza, creo que se llamaba entonces. 5 Estrellas de las de verdad. No recuerdo a quien acompañaba, ni qué teníamos que hacer ese sábado por la tarde. Lo que sí recuerdo es que nos confundimos de piso y cuando nos quisimos dar cuenta estábamos en el de los Salones. Varias bodas simultáneas, pero una nos llamó la atención...¡Un buffet!

Sábado por la tarde, buffet, poco control, nadie nos había preguntado nada y salimos de allí porque los vaqueros no casaban bien y nunca mejor dicho, con los trajes oscuros. Bombilla que se nos enciende en el occipocio.

Decidimos probar el sábado siguiente. Tres amigos. Aunque haya prescrito, un elemental sentido de la discrección me impide revelar según qué cosas de personajes relevantes con responsabilidades públicas, o sea que omitiré los nombres (De mí, si despues de lo que llevo escrito en este blog me siguen atendiendo en el Carrefour sin problema, será porque supongo que en poca estima tienen a la catadura moral de su clientela).

¡Bingo! Cocktail antes de la cena. Y ahí que entramos con nuestros trajes oscuros y más miedo que verguenza. Sin dar tiempo a que apareciese el pánico nos lanzamos al ataque de las bandejas. Si nos pillaban, que por lo menos fuese ya cenados. Y comenzaron a acercarse invitados. Nuestra táctica, enterarnos de parte de quien venían para poder ser nosotros de la contraria. Un auténtico éxito de crítica y público.

Bien cenados y bebidos, por supuesto que decidimos repetir. Y el siguiente sábado tambien funcionó, y el tercero. Fuimos perfeccionando el método. Algunos camareros acabaron conociéndonos y llegaban hasta a guiñarnos un ojo cuando nos veían.

La cantidad de fotos que tendrán más parejas de novios de las que puedó recordar, que todavía hoy se pregunten quién cojones eran esos fulanos. Porque fuimos perdiendo el miedo, y de las charlas apresuradas del primer sábado nos retábamos a ver quién se hacía una foto con los Novios o con los Padrinos (No se suele casar la misma gente dos fines de semana en un año, con lo que prevención cero a que nos descubrieran)

De vez en cuando he de recoger en ese hotel a algún invitado en la actualidad. Y cuando veo los carteles de los salones, se me escapa una sonrisa.

¡Si más de uno supiera hoy!